¿Por qué temo decirte lo que siento?

¿Por qué temo decirte lo que siento?

¿Te has preguntado alguna vez cuál es la razón por la que no puedes mostrarte delante de aquella persona como eres realmente? ¿Por qué te cuesta expresarte y manifestarte desde quién eres realmente? ¿Te has sentido alguna vez con miedo a ser juzgado por tus gustos, por tus apetencias? ¿Has preferido callar en medio de aquel grupo de amigos para no quedar mal o porque quizás pensabas que tu opinión no tenía valor o importancia pero la de los demás sí?

¿Has sentido envidia de aquella persona porque tenía la suficiente valentía para expresar su opinión delante de grupos y lo hacía con la suficiente contundencia y convicción como para manifestarse como era?

¿Por qué temes decir quién eres?… pero sobre todo, ¿quién soy?

Lo cierto es que tememos manifestarnos como realmente somos, porque dudamos de nosotros mismos, de nuestro valor como persona, porque quizás a lo largo de nuestra trayectoria nos hemos sentido desvalidos. De alguna manera solemos recurrir a juegos y hay un juego que hemos aprendido de pequeños y de adulto mantenemos: El Juego de caer bien al otro a toda costa. Este juego consiste en tratar de hacer todo lo que esté en nuestra mano, para gustar al otro hasta sentir que gustamos y para ello debes seguir las siguientes instrucciones escénicas:

  • -Aparentar ser una persona fina, de buenas maneras, educada, buena… para asegurarme que voy a ser tratado con amabilidad y que voy a gustar.
  • -Modificar tu voz para dar lastima y recibir así atención.
  • -Impresionar a los demás con autosuficiencia quizás porque dudas de tu propia valía.
  • -Callarte lo que deseas y te apetece, porque quizás eso que te gusta y apetece no está bien visto por los demás.
  • -Silenciar tu opinión porque quizás lo que vayas a decir sea una tontería.

La idea fundamental es que temes decir quién eres, porque “si te digo quien soy, a lo mejor no te gusta lo que ves y lo que soy es todo lo que tengo”.

Quien eres es tu marca, tu producto, tu valor y fuimos enseñados (domesticados) para sentir que aquella otra marca o producto era mejor que la nuestra (más listo, inteligente, sabio, más capaz, habilidoso, hermoso, atractivo…).

¿Pero acaso es malo querer caer bien a los demás, gustar y ser gustado por los demás? En absoluto. Ello forma parte de nuestra condición humana, el sentir que formamos parte de un grupo y que encajamos en él. Incluso en tribus africanas donde el hombre blanco no ha pisado jamás ni adoctrinado con sus enseñanzas, las mujeres rompen sus dientes y perforan sus orejas para sentirse atractivas y atraer a los demás.

La dimensión estética forma parte de nuestra naturaleza humana. Sentimos necesidad biológica de gustar. La única pega sería que hemos aprendido a hacerlo negativamente. Es decir, hemos aprendido a caer bien en todo momento y negando nuestras verdaderas sensaciones y sentimientos, hemos aprendido a ceder continuamente para quizás estar en pareja, hemos aprendido a callar para evitar conflictos, hemos aprendido a no expresar lo que sentimos para que la otra persona no se moleste, enfade… Hemos aprendido a negarnos, para que el otro esté bien.

Juegos habituales que jugamos para escondernos de los demás:

Hablar de otros: El cotilleo, la trivialidad y la anécdota ajena, mantienen tu yo a salvo, porque tu dedo acusador apunta los demás, a sus faltas, a sus déficits. Juzgamos muy a la ligera y muy severamente cuando se trata de los otros. Hace poco una mujer me dijo en consulta: Si no critico y hablo de los otros, me encuentro que no sé de qué hablar.
La máscara dentro de la pareja: Negarse uno mismo dentro de la pareja. Este suele ser habitualmente uno de los motivos de consulta terapéutica. Un yo tan recluido, tan sometido, tan aislado frente al otro. La persona sufre una verdadera despersonalización porque la relación se ha construido sobre una base falsa: Haré lo que tenga que hacer con tal de que no haya conflictos y por supuesto la pareja debe mantenerse a toda costa. El yo esta tan encarcelado que la persona no tiene conciencia de su verdadero yo. Yo soy en tanto en cuanto tengo pareja, en tanto en cuanto soy pareja, en tanto en cuanto el otro está presente.
Guardar todo lo que me molesta de ti: Esta es una magnifica forma de aprender a sentir rencor y odio por la otra persona, ya que somos expertos en llevar la cuenta de todas aquellas ocasiones que el otro hizo algo que me disgustó pero que yo preferí silenciar en ese momento. Ese guardar continuamente, esas emociones reprimidas se alojan en nuestro cuerpo y clara con el tiempo suele pasar factura.

¿Qué puedo hacer entonces?

Comenzar por tomar conciencia cada día de tu grandeza, de tus posibilidades inconscientes, debes reconocer aquello que hay en ti y que es sumamente valioso, de tus puntos fuertes. Esto supone que has de pararte cada día en ello y dedicarle tiempo. Esto supone pasar una rato a solas contigo cada día sin escapar con llamadas, amigos…

Auto conciencia de tus programas limitados: Auto observarte cada día cuando recaes en aquellos programas antiguos (juegos del pasado para caer bien, gustar…en detrimento de tu propio yo), tomar conciencia de ellos, y darte cuenta en el momento presente de que estás cayendo en ellos.

Sacar a tu verdadero yo del aislamiento y prisión en la que lo has tenido encarcelado. Plantar tu yo ahí en medio y plantarlo cada día aunque te duela y aunque duela o no guste. Manifiéstate, no escondas tus deseos ni apetencias, ponlas ahí delante. Esto es lo que me gusta, esto es lo que deseo y esto es lo que siento con respecto a esta situación. Ese verdadero Yo tuyo, está demasiado pálido debido a años de encarcelamiento, necesita oxígeno, aire, mar, necesita que lo pasees junto a ti por el río de la vida.

Hablar al otro con las tripas: ¡¡¡Si con las tripas!!! Dejar la cabeza a un lado y asumir el riesgo de decirle al otro qué me gusta o qué no me gusta, qué me apetece, qué deseo, qué siento. Decir en pareja: Necesito un abrazo en vez de esperar que me lo des, o tal vez decir a un amigo /a… ¿sabías que cada vez que te miro te deseo? Pero nos lo callamos, tememos recibir un no, una mala cara, un rechazo. No nos gusta asumir riesgos, no nos gusta exponernos y así invitamos de nuevo a nuestro verdadero Yo a entrar en su celda. Pero hablar con las tripas puede que no guste o que nos de miedo. La mayoría solemos sentir que el otro no va a soportar que nos comuniquemos con tanta sinceridad y a veces ocurre que ni siquiera nosotros mismos soportamos esa sinceridad.

Comunicación instintiva y visceral: Hemos perdido el contacto con nuestra naturaleza porque quizás también vivimos alejados de la naturaleza. Hace 400.000 años, vivíamos en plena selva, en grandes sabanas. El contacto con la natural, con lo animal, se daba a cada momento. Sentíamos el olor del cieno, del rastrojo, poníamos nuestra oreja en el suelo para oír si venia alguna estampida de bisontes o para percibir si nuestros enemigos estaban cerca. Nuestro olfato era poderoso. Lo visceral, lo instintivo es poderoso y lo llevamos inscrito en nuestros genes. Hoy no nos tiramos al suelo porque nos manchamos la ropa o porque llevamos maquillaje. La comunicación visceral e instintiva es sanadora. Veamos algunos ejemplos de comunicación visceral:

  • -Decirle a un amigo/a: Te quiero y me apetece verte… cuando realmente lo sientes
  • -Decirle a un amigo/a: Me gustas y te deseo… cuando realmente lo sientes
  • -Decirle a un amigo/a: Me atraes y quiero conocerte más y mejor
  • -Decirle a un amigo/a: Me molesta aquello que dijiste… en vez de callártelo
  • -Decirle a un amigo/a: Me apetece que me digas algo bonito

Mostrar tu vulnerabilidad: sacar a la luz tus debilidades en vez de ocultarlas. Sentimos vergüenza de nuestros miedos y complejos, sentimos culpa de nuestros enfados y callamos nuestros deseos más afectivos e instintivos hacia el otro… ¡¡Sabes que me pongo nervioso/a cuando te tengo cerca!!

Manifestar las emociones en el momento que se experimenta: Llevar a cabo una comunicación precisa de aquello que estoy sintiendo en este mismo momento. El mejor momento para expresar una emoción ya sea de enfado, de ternura, de deseo es justamente en el mismo momento en que se están experimentando. A veces tendremos que aplazar la expresión de las emociones porque quizás el receptor no está en el momento adecuado, pero no deberíamos alargarlo demasiado. Es obvio que si estas delante de un matón, debes ser lo suficientemente inteligente como para callar lo que sientes y salvaguardar tu vida. Estamos hablando en el contexto de la amistad, laboral o relaciones de pareja.

Y recuerda: La vida es verdaderamente vivida cuando te expresas libremente ante los demás, cuando tienes una relación autentica con el otro en la medida que te abres, te expones y asumes riesgos. Cada vez que lo haces, te darás cuenta como tu vida se enriquece, y tu inmadurez se transforma en pautas de madurez.

Saca a “tu Verdadero Yo” de la prisión y aislamiento para variar.

Javier Vergara

Psicólogo

No hay comentarios

Añade tu comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.